El mundo ya ingresó en la segunda fase de la crisis”
l
economista francés Gérard Duménil es autor de varios libros y ensayos
sobre el capitalismo contemporáneo. Este año publicó, en colaboración
con Dominique Lévy, el libro The crisis of neoliberalism (Harvard
University Press, 2011). Duménil estuvo en la Unicamp para una
conferencia sobre la crisis actual en el Centro de Estudos Marxistas
(Cemarx), en el marco del programa de pos-graduación en ciencia
política del Instituto de Filosofía e Ciências Humanas (IFCH) de la
Unicamp. En la ocasión, concedió la entrevista que sigue al politólogo
Armando Boito Júnior, professor titular del IFCH.
Jornal
da Unicamp – Usted viene investigando el capitalismo neoliberal hace
mucho tiempo. En su análisis, ¿cómo se debe caracterizar la etapa actual
del capitalismo?
Gérard Duménil – El neoliberalismo es
la nueva etapa en la cual ingresó el capitalismo luego de la transición
de los años 70 y 80. Con Dominique Lévy hablamos de un nuevo “orden
social”. Con esa expresión nosotros designamos la nueva configuración de
poderes relativos entre las clases sociales, dominaciones y
compromisos. El neoliberalismo se caracteriza, de ese modo, por el
refuerzo del poder de las clases capitalistas en alianza con la clase de
los gerentes (cuadros), sobretodo las cúpulas de las jerarquías
sociales y de los sectores financieros.En el transcurso de los decenios
posteriores a la Segunda Guerra Mundial, las clases capitalistas vieron
disminuir su poder e ingresos en la mayoría de los países.
Simplificando, podríamos hablar de la existencia de un orden
“socialdemócrata” durante ese período. Las circunstancias creadas por la
crisis de 1929, la Segunda Guerra Mundial y la fuerza internacional del
movimiento obrero habían conducido al establecimiento de ese orden
social relativamente favorable al desarrollo económico y a la mejoría de
las condiciones de vida de las clases populares (obreros y empleados
subalternos). El término “socialdemócrata” para caracterizar ese orden
social se aplica, evidentemente, mejor a Europa que a los Estados
Unidos. Con el establecimiento del nuevo orden social neoliberal, el
funcionamiento del capitalismo fue radicalmente transformado: una nueva
disciplina fue impuesta a los trabajadores en materia de condiciones de
trabajo, poder de compra, protección social, etc., además de la
desregulación (fundamentalmente financiera), apertura de las fronteras
comerciales y la libre movilidad de capitales en el plano internacional
(libertad de invertir en el exterior). Esos dos últimos aspectos
colocaron a todos los trabajadores del mundo en una situación de
competencia entre sí, cualesquiera sean los niveles de salarios en los
diferentes países. En el plano de las relaciones internacionales, los
primeros decenios de posguerra, todavía en el antiguo orden
“socialdemócrata”, fueron marcados por prácticas imperialistas de los
países centrales: en el plano económico, presión sobre los precios de
las materias primas y exportación de capitales; en el plano político,
corrupción, subversión y guerra. Con la llegada del neoliberalismo, las
formas imperialistas fueron renovadas. Es difícil juzgar en términos de
intensidad y hacer comparaciones. En términos económicos, la explosión
de las inversiones directas en el extranjero en la década de 1990
ciertamente multiplicó el flujo de ganancias extraído de los países
periféricos por las clases capitalistas del centro. El hecho de que los
países de la periferia desearan recibir esas inversiones no cambia en
nada la naturaleza imperialista de esas prácticas, se sabe que todos los
trabajadores “desean” ser explotados a estar desempleados. Cuando a
mediados de los años 90, nosotros introducimos esa interpretación del
neoliberalismo en términos de clase, ella suscitó poco interés. Luego,
la explosión de las desigualdades sociales dio a esa interpretación la
fuerza de la evidencia. La particularidad del análisis marxista es la
referencia a las clases más que a los grupos sociales. Ese carácter de
clase está inscripto en todas las prácticas neoliberales e incluso los
keynesianos de izquierda se expresan, ahora, en esos términos. Cierta
negativa a esta interpretación sin embargo, aún se mantiene; muchos no
aceptan el papel importante que le atribuimos a los gerentes (cuadros)
en el orden social neoliberal.Entre los marxistas se continua rechazando
que el control de los medios de producción en el capitalismo moderno es
asegurado conjuntamente por las clases capitalistas y por la clase de
los gerentes, lo que hace de ésta última un segundo componente de las
clases superiores. Esa negativa es aún más desconcertante cuando se
tiene en mente que los ingresos de las categorías superiores de los
gerentes en el neoliberalismo aumentaron aún más que los ingresos de los
capitalistas.
JU – Para algunos autores, el
neoliberalismo fue un ajuste inevitable provocado por la crisis fiscal
del Estado; para otros fue el resultado, también inevitable, de la
globalización.
Gérard Duménil – La explicación del
neoliberalismo por la “crisis fiscal” y frecuentemente también por la
inflación es la explicación de la derecha; es una defensa de los
intereses capitalistas. Ella especula con las inconsistencias de los
bloques políticos que dirigían el orden social de posguerra. Estos
bloques habrían sido incapaces de gestionar la crisis de los años 70 y
entonces desembocamos en el neoliberalismo. Pasa lo mismo con la
explicación que presenta al neoliberalismo como consecuencia de la
globalización. Ese argumento invierte las causalidades. Lo que el
neoliberalismo hace es orientar la globalización, una tendencia antigua,
para nuevas direcciones y acelerar su curso, abriendo la vía para la
“globalización neoliberal”. El movimiento altermundista luchó por otra
globalización, solidaria, y no basada en la explotación en provecho de
una minoría.
JU – Usted acaba de publicar, en
conjunto con su colega Dominique Lévy, un libro sobre la crisis
económica actual. Según su análisis, ¿cuál es la naturaleza de esta
crisis
?Gérard Duménil – La crisis actual es una de las
cuatro grandes crisis – crisis estructurales – que el capitalismo
atravesó desde el final del siglo XIX: la crisis de la década de 1890,
la crisis de 1929, la crisis de la década de 1970 y la crisis actual,
iniciada en 2007/2008. Esas crisis son episodios de perturbación de una
duración de cerca de una decena de años (al menos las tres primeras).
Ellas ocurren con una periodicidad de cerca de 40 años y separan los
órdenes sociales a los que me referí en la respuesta a la primera
pregunta. La primera y la tercera de estas crisis, las de las décadas de
1890 y 1970, siguen a períodos de caída en la tasa de ganancia y pueden
ser designadas como crisis de rentabilidad. Las otras dos crisis, la de
1929 y la actual, nosotros las designamos como “crisis de hegemonía
financiera”. Son grandes explosiones que ocurren a partir de prácticas
de las clases superiores que buscan el aumento de sus ingresos y sus
poderes. Los dispositivos centrales del neoliberalismo están aquí en
acción: desregulación financiera y globalización. El primer aspecto es
evidente, pero la globalización fue también, como voy a indicar, un
factor clave de la crisis actual.Caída de la tasa de ganancia y
explosión descontrolada de las prácticas de las clases capitalistas son
dos grandes tipos de explicación de las grandes crisis en la obra de
Marx. El primer tipo es bien conocido. En el Libro III del El Capital,
Marx defiende la tesis de la necesidad del cambio tecnológico en el
capitalismo, la dificultad de aumentar la productividad del trabajo sin
realizar inversiones muy costosas, lo que Marx describe como “aumento de
la composición orgánica del capital”. Nótese que Marx refuta
explícitamente que la caída de la tasa de ganancia se deba al aumento de
la competencia (la segunda gran explicación para las crisis ya aparece
esbozada en los escritos de Marx de la década de 1840.) En el Manifiesto
del Partido Comunista, Marx describe a las clases capitalistas como
aprendices de brujo, las cuales desarrollan mecanismos capitalistas
sobre formas y en grados peligrosos y pierden, finalmente, el control
sobre las consecuencias de sus actos. Los aspectos financieros de la
crisis actual remiten directamente a los análisis del “capital
ficticio”, que Marx desarrolla largamente en el Libro II de El Capital y
que ya estaban presentes de cierta forma en el propio Manifiesto. De
una manera bien extraña, algunos marxistas sólo aceptan la explicación
de las grandes crisis por la caída de la rentabilidad, excluyendo
cualquier otra explicación. Pero la crisis actual no es una simple
crisis financiera. Es la crisis de un orden social insostenible, el
neoliberalismo. Esta crisis, en el centro del sistema, debería acontecer
de cualquier modo un día u otro, pero ella llegó de una manera bien
particular en 2007/2008, en los Estados Unidos. Dos tipos de mecanismos
convergieron. Encontramos, por un lado, la fragilidad inducida en todos
los países neoliberales a raíz de las prácticas de financierización y de
globalización (marcadamente financiera), motivada por la búsqueda
desenfrenada de rendimientos crecientes por parte de las clases
superiores y reforzada por la negativa a la regulación. El banco central
de los EE.UU., en particular, perdió el control de las tasas de interés
y la capacidad de conducir políticas macroeconómicas como resultado de
la globalización financiera. Por otra parte, la crisis fue el efecto de
la trayectoria económica estadounidense, una trayectoria de
desequilibrios acumulativos, que los EE.UU. pueden mantener debido a su
hegemonía internacional, contrariamente a Europa, que considerada en su
conjunto, no conoce tales desequilibrios. Desde 1980, el ritmo de
acumulación de capital en los EE.UU. se desaceleró en su propio
territorio a la vez que crecían las inversiones directas en el exterior.
A esto es necesario sumarle: un déficit creciente de comercio exterior,
un gran aumento del consumo (de parte de las sectores más favorecidos) y
un endeudamiento igualmente creciente de las familias. El déficit de
comercio exterior (el exceso de importaciones frente a las
exportaciones) alimentaba un flujo de dólares para el resto del mundo
que tenía como única utilización la compra de títulos estadounidenses,
llevando al financiamiento de la economía norteamericana por parte de
agentes extranjeros. Por razones económicas que no explicaré aquí, el
crecimiento de esa deuda externa debía ser compensado por aquella deuda
interna, la de las familias y la del Estado, a fin de sostener la
actividad en el territorio del país. Eso fue hecho alentando el
endeudamiento de las familias por medio de la política crediticia y la
desregulación. El endeudamiento del gobierno podría haber substituido al
endeudamiento de las familias, pero eso iba contra las prácticas
neoliberales anteriores a la crisis. Los acreedores de las familias
(bancos y otros) no conservaron los créditos creados, los revendieron
bajo la forma de títulos (obligaciones), de los cuales, aproximadamente
la mitad, fue comprada por el resto del mundo.De tanto prestar a las
familias por encima de la capacidad de éstas de saldar sus deudas, los
incumplimientos se multiplicaron desde inicios de 2006. La
desvalorización de esos créditos desestabilizó el frágil edificio
financiero, en los EE.UU. y en el mundo, sin que el banco central de los
Estados Unidos estuviese en condiciones de restablecer los equilibrios
en un contexto de desregulación y de globalización que el mismo había
favorecido. Ese fue el factor desencadenante, pero no el fundamental de
la crisis, combinación de factores financieros (la locura neoliberal en
esa esfera) y reales (la globalización, el sobre-consumo estadounidense y
su déficit de comercio exterior).
JU – Usted
planteó en sus conferencias en Brasil que la crisis económica habría
entrado en una segunda fase. ¿Cómo se viene desarrollando la crisis?
Gérard
Duménil – El mundo ya ingresó en la segunda fase de la crisis. Es fácil
comprender las razones. La primera fase alcanzó su pico en otoño de
2008, cuando cayeron las grandes instituciones financieras
estadounidenses, comenzó la recesión y la crisis se propagó para el
resto del mundo. Las lecciones de la crisis de 1929 fueron bien
aprendidas. Los bancos centrales intervinieron masivamente para sostener
las instituciones financieras (por miedo a una reiteración de la crisis
bancaria de 1932) y los déficits presupuestarios de los Estados
alcanzaron niveles excepcionales. Pero esas medidas keynesianas,
estimulando la demanda, sólo podían lograr la sostenibilidad económica
temporaria de la actividad. Los gobiernos de los países del centro
todavía no tomaron conciencia del carácter estructural de la crisis.
Ellos actúan como si la crisis fuese únicamente financiera y ya
estuviese superada; mientras tanto, las medidas keynesianas sólo
permitieron ganar tiempo. Ninguna medida antineoliberal seria fue tomada
en los países del centro. Son apenas políticas que buscan reforzar la
explotación de las clases populares. En los Estados Unidos, la
administración de Barack Obama elaboró una ley, la ley Dodd-Frank, para
reglamentar las prácticas financieras, pero los republicanos bloquearon
completamente su aplicación. En otras esferas, como gestión de empresas,
exportaciones, déficit de comercio exterior, nada fue hecho. En Europa,
la crisis no es identificada con la crisis del neoliberalismo. Alemania
es presentada como la prueba de la solvencia del camino neoliberal. La
crisis es imputada a la incapacidad de gestión de ciertos Estados,
principalmente el griego y el portugués.En todas partes, la derecha
retomó la ofensiva. Ella se aferra a la cuestión de los déficits
presupuestarios y la magnitud elevada de las deudas públicas. Finge no
ver que la austeridad presupuestaria, además de representar una
transferencia del peso de la deuda para las clases populares, no puede
sino provocar la recaída en una nueva contracción de la actividad. Esta
es la segunda fase de la crisis pero no la última. La nueva recaída
recesiva hará necesario nuevas políticas. Contrariamente a Europa, los
Estados Unidos se lanzan masivamente al financiamiento directo de la
deuda pública por el banco central. Muy a pesar de la derecha, más
medidas serían necesarias. Nosotros tenemos dificultades en ver como
Europa podrá escapar de esto.
JU – Es sabido que la
crisis económica afectó en mayor medida, por lo menos hasta ahora, a los
EE.UU y Europa. En la década de los 90, por el contrario, las crisis
económicas fueron más fuertes en la periferia. ¿Por qué esa diferencia?
¿Cómo la crisis actual se manifiesta en las diferentes regiones del
globo
?Gérard Duménil – Hasta la segunda mitad de la
década de 1990, el neoliberalismo produjo estragos en el mundo,
principalmente en América Latina y en Asia. Mismo hoy, las tasas de
crecimiento en América Latina permanecen inferiores a aquellas de los
primeros decenios posteriores a la Segunda Guerra Mundial, y eso a pesar
de la reducción masiva de los salarios reales, los cuales, en algunos
países de la región, fueron reducidos a la mitad desde la crisis de
1970. En la década de 1990, y en 2001 en Argentina, el desarrollo del
neoliberalismo provocó grandes crisis, de las cuales la crisis argentina
es un ejemplo emblemático. El mundo entró ahora en una fase nueva. La
transición al neoliberalismo provocó una suerte de “divorcio” en los
países del centro entre los intereses de las clases superiores y los del
país como territorio económico. El caso de los EE.UU. es espectacular.
Como decía, las grandes empresas de ese país invierten cada vez menos en
su territorio y cada vez más en el resto del mundo. La globalización
llevó a una deslocalización de la producción industrial para las
periferias: Asia, América Latina e incluso algunos países del África
Subsahariana.
JU – Las políticas propuestas por
los dos grandes de la Unión Europea para superar la crisis repiten las
fórmulas neoliberales. Los mercados intimidan los gobiernos; Sarkozy y
Merkel exigen más y más recortes presupuestarios. ¿Por qué insisten en
una política que, para muchos observadores, está en el origen de la
crisis? ¿Qué resultado puede producir la aplicación de tales políticas?
Gérard
Duménil – Yo de ninguna manera pienso que la falta de rigor
presupuestario haya sido una de las causas de la crisis. Eso se la
expresión de una creencia keynesiana ingenua, tan ingenua como la
creencia en la capacidad de esas políticas para permitir la salida de la
crisis sin tener en cuenta las necesarias transformaciones
antineoliberales. Incluso, en este contexto, las políticas que buscan
erradicar los déficit no impidieron una nueva caída en la producción.
JU
– Muchos analistas han destacado que los partidos, sean de derecha o de
izquierda, no se diferencian demasiado en sus propuestas para enfrentar
la crisis. Además, en varios países europeos, como Inglaterra, España y
Portugal, la derecha fue electoralmente favorecida por la crisis
económica. ¿Los movimientos sociales podrían construir una alternativa
de poder? ¿Cuál podría ser un programa popular para enfrentar la crisis
actual?
Gérard Duménil – Aún no hemos hablado de los
aspectos políticos del neoliberalismo. La alianza de la cúpula de las
jerarquías sociales entre la clase capitalista y la de los gerentes
(cuadros) logró, por diversos mecanismos, apartar a las clases populares
de la política. Quiero decir: las apartó del juego de los partidos y
los grupos de presión. Para las clases populares sólo quedó la lucha en
la calle. Es preciso hacer entrar en escena a los grupos sociales que se
encuentran en la “periferia” de las clases de los gerentes (cuadros):
los intelectuales y los políticos profesionales. En el compromiso social
de pos Segunda Guerra, fracciones relativamente importantes de esos
grupos eran partidarias de la alianza con las clases populares (a las
cuales no pertenecían). En el contexto del colapso del movimiento obrero
mundial, las clases capitalistas lograron, en el neoliberalismo, sellar
una alianza con las clases de los gerentes, utilizando el recurso de la
remuneración principalmente, conduciendo gradualmente esos grupos
periféricos (la universidad aporta ejemplos ilustrativos sobre este
fenómeno) en el emprendimiento de conquista social del neoliberalismo.
La proporción de grupos sociales motivados por una alianza con las
clases populares se redujo considerablemente, quedando reducida a
algunos grupos de “iluminados”, grupos a los cuales yo mismo pertenezco.
El
sufrimiento de las clases populares no llega al grupo de los gerentes
y, en el plano político, ya no existe ningún gran partido de izquierda.
En Francia, ya sabemos en lo que se convirtió el Partido Socialista,
completamente ganado por la “globalización”, un término usado para
ocultar el neoliberalismo. Algo semejante podríamos decir de los
demócratas en los EE.UU. y dejo para ustedes juzgar la situación de
Brasil al respecto. La vida política se reduce a la alternancia entre
dos partidos no equivalentes; pero el partido que se dice de izquierda
es incapaz de proponer una alternativa, por no hablar de su capacidad
para implementarla. El voto se reduce a aquello que nosotros en Francia
llamamos “voto castigo”. La derecha sucede a la izquierda en España, por
ejemplo, porque la izquierda estaba en el poder durante la crisis; la
derecha no tiene, evidentemente, ninguna capacidad superior para
gestionar la crisis.
LLU – Muchos observadores han
planteado la posibilidad de que el euro se extinga. ¿Usted cree que eso
podría ocurrir? De acuerdo a su análisis, ¿cuáles serían los resultados
más probables de la crisis actual
?Gérard Duménil – Es
posible que algunos países salgan de la zona euro. Eso no resolverá el
problema de sus deudas, la cual se tornaría impagable luego de la
desvalorización de la nueva moneda sustituta del euro. El problema es el
del cancelamiento de la deuda o de su adopción por el banco central. La
crisis de la deuda afectó ahora los países del centro de Europa, será
necesario que éstos tomen conciencia de la amplitud y de la verdadera
naturaleza del problema. Esto nos remite a las características de
aquello que llamamos la “tercera fase de la crisis”. ¿Cuáles políticas
serán adoptadas frente a la nueva recesión? ¿Cómo será digerida la
crisis en Italia y luego en Francia? ¿Cómo Alemania responderá a la
presión de los “mercados” (las instituciones financieras
internacionales)? Una cosa sabemos: esas deudas no deben ser pagadas, lo
que exige su transferencia fuera de los bancos o una fuerte
intervención en su gestión.Ahora, ¿el punto fundamental es la voluntad
de los gobiernos de los países más poderosos de Europa, principalmente
Alemania, de reforzar la integración europea (en vez de acabar con la
zona euro), que se opone a la voluntad de “desglobalización” de algunos?
Ese debate oculta la cuestión central: ¿Cuál Europa? ¿Una Europa de las
clases superiores o la de un nuevo compromiso de izquierda?
Fuente: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Gérard
Duménil, economista marxista francés y miembro de ATTAC, es autor de
varios libros y ensayos sobre el capitalismo contemporáneo. Esta año
publicó, en colaboración con Dominique Lévy, el libro The crisis of
neoliberalism (Harvard University Press, 2011).
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l
economista francés Gérard Duménil es autor de varios libros y ensayos
sobre el capitalismo contemporáneo. Este año publicó, en colaboración
con Dominique Lévy, el libro The crisis of neoliberalism (Harvard
University Press, 2011). Duménil estuvo en la Unicamp para una
conferencia sobre la crisis actual en el Centro de Estudos Marxistas
(Cemarx), en el marco del programa de pos-graduación en ciencia
política del Instituto de Filosofía e Ciências Humanas (IFCH) de la
Unicamp. En la ocasión, concedió la entrevista que sigue al politólogo
Armando Boito Júnior, professor titular del IFCH.
Jornal
da Unicamp – Usted viene investigando el capitalismo neoliberal hace
mucho tiempo. En su análisis, ¿cómo se debe caracterizar la etapa actual
del capitalismo?
Gérard Duménil – El neoliberalismo es
la nueva etapa en la cual ingresó el capitalismo luego de la transición
de los años 70 y 80. Con Dominique Lévy hablamos de un nuevo “orden
social”. Con esa expresión nosotros designamos la nueva configuración de
poderes relativos entre las clases sociales, dominaciones y
compromisos. El neoliberalismo se caracteriza, de ese modo, por el
refuerzo del poder de las clases capitalistas en alianza con la clase de
los gerentes (cuadros), sobretodo las cúpulas de las jerarquías
sociales y de los sectores financieros.En el transcurso de los decenios
posteriores a la Segunda Guerra Mundial, las clases capitalistas vieron
disminuir su poder e ingresos en la mayoría de los países.
Simplificando, podríamos hablar de la existencia de un orden
“socialdemócrata” durante ese período. Las circunstancias creadas por la
crisis de 1929, la Segunda Guerra Mundial y la fuerza internacional del
movimiento obrero habían conducido al establecimiento de ese orden
social relativamente favorable al desarrollo económico y a la mejoría de
las condiciones de vida de las clases populares (obreros y empleados
subalternos). El término “socialdemócrata” para caracterizar ese orden
social se aplica, evidentemente, mejor a Europa que a los Estados
Unidos. Con el establecimiento del nuevo orden social neoliberal, el
funcionamiento del capitalismo fue radicalmente transformado: una nueva
disciplina fue impuesta a los trabajadores en materia de condiciones de
trabajo, poder de compra, protección social, etc., además de la
desregulación (fundamentalmente financiera), apertura de las fronteras
comerciales y la libre movilidad de capitales en el plano internacional
(libertad de invertir en el exterior). Esos dos últimos aspectos
colocaron a todos los trabajadores del mundo en una situación de
competencia entre sí, cualesquiera sean los niveles de salarios en los
diferentes países. En el plano de las relaciones internacionales, los
primeros decenios de posguerra, todavía en el antiguo orden
“socialdemócrata”, fueron marcados por prácticas imperialistas de los
países centrales: en el plano económico, presión sobre los precios de
las materias primas y exportación de capitales; en el plano político,
corrupción, subversión y guerra. Con la llegada del neoliberalismo, las
formas imperialistas fueron renovadas. Es difícil juzgar en términos de
intensidad y hacer comparaciones. En términos económicos, la explosión
de las inversiones directas en el extranjero en la década de 1990
ciertamente multiplicó el flujo de ganancias extraído de los países
periféricos por las clases capitalistas del centro. El hecho de que los
países de la periferia desearan recibir esas inversiones no cambia en
nada la naturaleza imperialista de esas prácticas, se sabe que todos los
trabajadores “desean” ser explotados a estar desempleados. Cuando a
mediados de los años 90, nosotros introducimos esa interpretación del
neoliberalismo en términos de clase, ella suscitó poco interés. Luego,
la explosión de las desigualdades sociales dio a esa interpretación la
fuerza de la evidencia. La particularidad del análisis marxista es la
referencia a las clases más que a los grupos sociales. Ese carácter de
clase está inscripto en todas las prácticas neoliberales e incluso los
keynesianos de izquierda se expresan, ahora, en esos términos. Cierta
negativa a esta interpretación sin embargo, aún se mantiene; muchos no
aceptan el papel importante que le atribuimos a los gerentes (cuadros)
en el orden social neoliberal.Entre los marxistas se continua rechazando
que el control de los medios de producción en el capitalismo moderno es
asegurado conjuntamente por las clases capitalistas y por la clase de
los gerentes, lo que hace de ésta última un segundo componente de las
clases superiores. Esa negativa es aún más desconcertante cuando se
tiene en mente que los ingresos de las categorías superiores de los
gerentes en el neoliberalismo aumentaron aún más que los ingresos de los
capitalistas.
JU – Para algunos autores, el
neoliberalismo fue un ajuste inevitable provocado por la crisis fiscal
del Estado; para otros fue el resultado, también inevitable, de la
globalización.
Gérard Duménil – La explicación del
neoliberalismo por la “crisis fiscal” y frecuentemente también por la
inflación es la explicación de la derecha; es una defensa de los
intereses capitalistas. Ella especula con las inconsistencias de los
bloques políticos que dirigían el orden social de posguerra. Estos
bloques habrían sido incapaces de gestionar la crisis de los años 70 y
entonces desembocamos en el neoliberalismo. Pasa lo mismo con la
explicación que presenta al neoliberalismo como consecuencia de la
globalización. Ese argumento invierte las causalidades. Lo que el
neoliberalismo hace es orientar la globalización, una tendencia antigua,
para nuevas direcciones y acelerar su curso, abriendo la vía para la
“globalización neoliberal”. El movimiento altermundista luchó por otra
globalización, solidaria, y no basada en la explotación en provecho de
una minoría.
JU – Usted acaba de publicar, en
conjunto con su colega Dominique Lévy, un libro sobre la crisis
económica actual. Según su análisis, ¿cuál es la naturaleza de esta
crisis
?Gérard Duménil – La crisis actual es una de las
cuatro grandes crisis – crisis estructurales – que el capitalismo
atravesó desde el final del siglo XIX: la crisis de la década de 1890,
la crisis de 1929, la crisis de la década de 1970 y la crisis actual,
iniciada en 2007/2008. Esas crisis son episodios de perturbación de una
duración de cerca de una decena de años (al menos las tres primeras).
Ellas ocurren con una periodicidad de cerca de 40 años y separan los
órdenes sociales a los que me referí en la respuesta a la primera
pregunta. La primera y la tercera de estas crisis, las de las décadas de
1890 y 1970, siguen a períodos de caída en la tasa de ganancia y pueden
ser designadas como crisis de rentabilidad. Las otras dos crisis, la de
1929 y la actual, nosotros las designamos como “crisis de hegemonía
financiera”. Son grandes explosiones que ocurren a partir de prácticas
de las clases superiores que buscan el aumento de sus ingresos y sus
poderes. Los dispositivos centrales del neoliberalismo están aquí en
acción: desregulación financiera y globalización. El primer aspecto es
evidente, pero la globalización fue también, como voy a indicar, un
factor clave de la crisis actual.Caída de la tasa de ganancia y
explosión descontrolada de las prácticas de las clases capitalistas son
dos grandes tipos de explicación de las grandes crisis en la obra de
Marx. El primer tipo es bien conocido. En el Libro III del El Capital,
Marx defiende la tesis de la necesidad del cambio tecnológico en el
capitalismo, la dificultad de aumentar la productividad del trabajo sin
realizar inversiones muy costosas, lo que Marx describe como “aumento de
la composición orgánica del capital”. Nótese que Marx refuta
explícitamente que la caída de la tasa de ganancia se deba al aumento de
la competencia (la segunda gran explicación para las crisis ya aparece
esbozada en los escritos de Marx de la década de 1840.) En el Manifiesto
del Partido Comunista, Marx describe a las clases capitalistas como
aprendices de brujo, las cuales desarrollan mecanismos capitalistas
sobre formas y en grados peligrosos y pierden, finalmente, el control
sobre las consecuencias de sus actos. Los aspectos financieros de la
crisis actual remiten directamente a los análisis del “capital
ficticio”, que Marx desarrolla largamente en el Libro II de El Capital y
que ya estaban presentes de cierta forma en el propio Manifiesto. De
una manera bien extraña, algunos marxistas sólo aceptan la explicación
de las grandes crisis por la caída de la rentabilidad, excluyendo
cualquier otra explicación. Pero la crisis actual no es una simple
crisis financiera. Es la crisis de un orden social insostenible, el
neoliberalismo. Esta crisis, en el centro del sistema, debería acontecer
de cualquier modo un día u otro, pero ella llegó de una manera bien
particular en 2007/2008, en los Estados Unidos. Dos tipos de mecanismos
convergieron. Encontramos, por un lado, la fragilidad inducida en todos
los países neoliberales a raíz de las prácticas de financierización y de
globalización (marcadamente financiera), motivada por la búsqueda
desenfrenada de rendimientos crecientes por parte de las clases
superiores y reforzada por la negativa a la regulación. El banco central
de los EE.UU., en particular, perdió el control de las tasas de interés
y la capacidad de conducir políticas macroeconómicas como resultado de
la globalización financiera. Por otra parte, la crisis fue el efecto de
la trayectoria económica estadounidense, una trayectoria de
desequilibrios acumulativos, que los EE.UU. pueden mantener debido a su
hegemonía internacional, contrariamente a Europa, que considerada en su
conjunto, no conoce tales desequilibrios. Desde 1980, el ritmo de
acumulación de capital en los EE.UU. se desaceleró en su propio
territorio a la vez que crecían las inversiones directas en el exterior.
A esto es necesario sumarle: un déficit creciente de comercio exterior,
un gran aumento del consumo (de parte de las sectores más favorecidos) y
un endeudamiento igualmente creciente de las familias. El déficit de
comercio exterior (el exceso de importaciones frente a las
exportaciones) alimentaba un flujo de dólares para el resto del mundo
que tenía como única utilización la compra de títulos estadounidenses,
llevando al financiamiento de la economía norteamericana por parte de
agentes extranjeros. Por razones económicas que no explicaré aquí, el
crecimiento de esa deuda externa debía ser compensado por aquella deuda
interna, la de las familias y la del Estado, a fin de sostener la
actividad en el territorio del país. Eso fue hecho alentando el
endeudamiento de las familias por medio de la política crediticia y la
desregulación. El endeudamiento del gobierno podría haber substituido al
endeudamiento de las familias, pero eso iba contra las prácticas
neoliberales anteriores a la crisis. Los acreedores de las familias
(bancos y otros) no conservaron los créditos creados, los revendieron
bajo la forma de títulos (obligaciones), de los cuales, aproximadamente
la mitad, fue comprada por el resto del mundo.De tanto prestar a las
familias por encima de la capacidad de éstas de saldar sus deudas, los
incumplimientos se multiplicaron desde inicios de 2006. La
desvalorización de esos créditos desestabilizó el frágil edificio
financiero, en los EE.UU. y en el mundo, sin que el banco central de los
Estados Unidos estuviese en condiciones de restablecer los equilibrios
en un contexto de desregulación y de globalización que el mismo había
favorecido. Ese fue el factor desencadenante, pero no el fundamental de
la crisis, combinación de factores financieros (la locura neoliberal en
esa esfera) y reales (la globalización, el sobre-consumo estadounidense y
su déficit de comercio exterior).
JU – Usted
planteó en sus conferencias en Brasil que la crisis económica habría
entrado en una segunda fase. ¿Cómo se viene desarrollando la crisis?
Gérard
Duménil – El mundo ya ingresó en la segunda fase de la crisis. Es fácil
comprender las razones. La primera fase alcanzó su pico en otoño de
2008, cuando cayeron las grandes instituciones financieras
estadounidenses, comenzó la recesión y la crisis se propagó para el
resto del mundo. Las lecciones de la crisis de 1929 fueron bien
aprendidas. Los bancos centrales intervinieron masivamente para sostener
las instituciones financieras (por miedo a una reiteración de la crisis
bancaria de 1932) y los déficits presupuestarios de los Estados
alcanzaron niveles excepcionales. Pero esas medidas keynesianas,
estimulando la demanda, sólo podían lograr la sostenibilidad económica
temporaria de la actividad. Los gobiernos de los países del centro
todavía no tomaron conciencia del carácter estructural de la crisis.
Ellos actúan como si la crisis fuese únicamente financiera y ya
estuviese superada; mientras tanto, las medidas keynesianas sólo
permitieron ganar tiempo. Ninguna medida antineoliberal seria fue tomada
en los países del centro. Son apenas políticas que buscan reforzar la
explotación de las clases populares. En los Estados Unidos, la
administración de Barack Obama elaboró una ley, la ley Dodd-Frank, para
reglamentar las prácticas financieras, pero los republicanos bloquearon
completamente su aplicación. En otras esferas, como gestión de empresas,
exportaciones, déficit de comercio exterior, nada fue hecho. En Europa,
la crisis no es identificada con la crisis del neoliberalismo. Alemania
es presentada como la prueba de la solvencia del camino neoliberal. La
crisis es imputada a la incapacidad de gestión de ciertos Estados,
principalmente el griego y el portugués.En todas partes, la derecha
retomó la ofensiva. Ella se aferra a la cuestión de los déficits
presupuestarios y la magnitud elevada de las deudas públicas. Finge no
ver que la austeridad presupuestaria, además de representar una
transferencia del peso de la deuda para las clases populares, no puede
sino provocar la recaída en una nueva contracción de la actividad. Esta
es la segunda fase de la crisis pero no la última. La nueva recaída
recesiva hará necesario nuevas políticas. Contrariamente a Europa, los
Estados Unidos se lanzan masivamente al financiamiento directo de la
deuda pública por el banco central. Muy a pesar de la derecha, más
medidas serían necesarias. Nosotros tenemos dificultades en ver como
Europa podrá escapar de esto.
JU – Es sabido que la
crisis económica afectó en mayor medida, por lo menos hasta ahora, a los
EE.UU y Europa. En la década de los 90, por el contrario, las crisis
económicas fueron más fuertes en la periferia. ¿Por qué esa diferencia?
¿Cómo la crisis actual se manifiesta en las diferentes regiones del
globo
?Gérard Duménil – Hasta la segunda mitad de la
década de 1990, el neoliberalismo produjo estragos en el mundo,
principalmente en América Latina y en Asia. Mismo hoy, las tasas de
crecimiento en América Latina permanecen inferiores a aquellas de los
primeros decenios posteriores a la Segunda Guerra Mundial, y eso a pesar
de la reducción masiva de los salarios reales, los cuales, en algunos
países de la región, fueron reducidos a la mitad desde la crisis de
1970. En la década de 1990, y en 2001 en Argentina, el desarrollo del
neoliberalismo provocó grandes crisis, de las cuales la crisis argentina
es un ejemplo emblemático. El mundo entró ahora en una fase nueva. La
transición al neoliberalismo provocó una suerte de “divorcio” en los
países del centro entre los intereses de las clases superiores y los del
país como territorio económico. El caso de los EE.UU. es espectacular.
Como decía, las grandes empresas de ese país invierten cada vez menos en
su territorio y cada vez más en el resto del mundo. La globalización
llevó a una deslocalización de la producción industrial para las
periferias: Asia, América Latina e incluso algunos países del África
Subsahariana.
JU – Las políticas propuestas por
los dos grandes de la Unión Europea para superar la crisis repiten las
fórmulas neoliberales. Los mercados intimidan los gobiernos; Sarkozy y
Merkel exigen más y más recortes presupuestarios. ¿Por qué insisten en
una política que, para muchos observadores, está en el origen de la
crisis? ¿Qué resultado puede producir la aplicación de tales políticas?
Gérard
Duménil – Yo de ninguna manera pienso que la falta de rigor
presupuestario haya sido una de las causas de la crisis. Eso se la
expresión de una creencia keynesiana ingenua, tan ingenua como la
creencia en la capacidad de esas políticas para permitir la salida de la
crisis sin tener en cuenta las necesarias transformaciones
antineoliberales. Incluso, en este contexto, las políticas que buscan
erradicar los déficit no impidieron una nueva caída en la producción.
JU
– Muchos analistas han destacado que los partidos, sean de derecha o de
izquierda, no se diferencian demasiado en sus propuestas para enfrentar
la crisis. Además, en varios países europeos, como Inglaterra, España y
Portugal, la derecha fue electoralmente favorecida por la crisis
económica. ¿Los movimientos sociales podrían construir una alternativa
de poder? ¿Cuál podría ser un programa popular para enfrentar la crisis
actual?
Gérard Duménil – Aún no hemos hablado de los
aspectos políticos del neoliberalismo. La alianza de la cúpula de las
jerarquías sociales entre la clase capitalista y la de los gerentes
(cuadros) logró, por diversos mecanismos, apartar a las clases populares
de la política. Quiero decir: las apartó del juego de los partidos y
los grupos de presión. Para las clases populares sólo quedó la lucha en
la calle. Es preciso hacer entrar en escena a los grupos sociales que se
encuentran en la “periferia” de las clases de los gerentes (cuadros):
los intelectuales y los políticos profesionales. En el compromiso social
de pos Segunda Guerra, fracciones relativamente importantes de esos
grupos eran partidarias de la alianza con las clases populares (a las
cuales no pertenecían). En el contexto del colapso del movimiento obrero
mundial, las clases capitalistas lograron, en el neoliberalismo, sellar
una alianza con las clases de los gerentes, utilizando el recurso de la
remuneración principalmente, conduciendo gradualmente esos grupos
periféricos (la universidad aporta ejemplos ilustrativos sobre este
fenómeno) en el emprendimiento de conquista social del neoliberalismo.
La proporción de grupos sociales motivados por una alianza con las
clases populares se redujo considerablemente, quedando reducida a
algunos grupos de “iluminados”, grupos a los cuales yo mismo pertenezco.
El
sufrimiento de las clases populares no llega al grupo de los gerentes
y, en el plano político, ya no existe ningún gran partido de izquierda.
En Francia, ya sabemos en lo que se convirtió el Partido Socialista,
completamente ganado por la “globalización”, un término usado para
ocultar el neoliberalismo. Algo semejante podríamos decir de los
demócratas en los EE.UU. y dejo para ustedes juzgar la situación de
Brasil al respecto. La vida política se reduce a la alternancia entre
dos partidos no equivalentes; pero el partido que se dice de izquierda
es incapaz de proponer una alternativa, por no hablar de su capacidad
para implementarla. El voto se reduce a aquello que nosotros en Francia
llamamos “voto castigo”. La derecha sucede a la izquierda en España, por
ejemplo, porque la izquierda estaba en el poder durante la crisis; la
derecha no tiene, evidentemente, ninguna capacidad superior para
gestionar la crisis.
LLU – Muchos observadores han
planteado la posibilidad de que el euro se extinga. ¿Usted cree que eso
podría ocurrir? De acuerdo a su análisis, ¿cuáles serían los resultados
más probables de la crisis actual
?Gérard Duménil – Es
posible que algunos países salgan de la zona euro. Eso no resolverá el
problema de sus deudas, la cual se tornaría impagable luego de la
desvalorización de la nueva moneda sustituta del euro. El problema es el
del cancelamiento de la deuda o de su adopción por el banco central. La
crisis de la deuda afectó ahora los países del centro de Europa, será
necesario que éstos tomen conciencia de la amplitud y de la verdadera
naturaleza del problema. Esto nos remite a las características de
aquello que llamamos la “tercera fase de la crisis”. ¿Cuáles políticas
serán adoptadas frente a la nueva recesión? ¿Cómo será digerida la
crisis en Italia y luego en Francia? ¿Cómo Alemania responderá a la
presión de los “mercados” (las instituciones financieras
internacionales)? Una cosa sabemos: esas deudas no deben ser pagadas, lo
que exige su transferencia fuera de los bancos o una fuerte
intervención en su gestión.Ahora, ¿el punto fundamental es la voluntad
de los gobiernos de los países más poderosos de Europa, principalmente
Alemania, de reforzar la integración europea (en vez de acabar con la
zona euro), que se opone a la voluntad de “desglobalización” de algunos?
Ese debate oculta la cuestión central: ¿Cuál Europa? ¿Una Europa de las
clases superiores o la de un nuevo compromiso de izquierda?
Fuente: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Gérard
Duménil, economista marxista francés y miembro de ATTAC, es autor de
varios libros y ensayos sobre el capitalismo contemporáneo. Esta año
publicó, en colaboración con Dominique Lévy, el libro The crisis of
neoliberalism (Harvard University Press, 2011).
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